sábado, 25 de junio de 2011

"DUNE" de Frank Herbert o el agua en el planeta


Frank Herbert es uno de los autores de ciencia-ficción más famosos del mundo. Y la fama la adquirió de un solo golpe, con la obra monumental "Dune" (Duna) que le valió, entre otros, el Premio Hugo, el equivalente en ciencia-ficción al Nobel de Literatura. Herbert plateó su epopeya en un planeta-desierto llamado Arrakis, pero al que los nativos llaman Dune o Duna porque ese es el único paisaje visible:enormes extensiones de desierto arrasado por el viento. "Dune" fue la primera gran novela ecológica, para la que Herbert creó un universo (digo bien,"universo" porque supera al planeta o a un sistema planetario para saltar a la galaxia), en el que las implicancias ecológicas o "planetológicas" como él las denominó, son la base y el objetivo de las tramas.
Entre los varios hilos argumentales de Dune aparece un ecólogo o planetólogo, que cree que el planeta-desierto puede convertirse en un lugar mejor. La necesidad crucial de Dune es el agua, cómo conseguirla, conservarla y utilizarla. El planetólogo prepara un ambicioso plan que dará frutos entre "trescientos cincuenta y quinientos años", y los habitantes del planeta, habituados a las terribles condiciones de vida, saben que ese plazo no es tan enorme, si piensan en su descendencia y lo que ésta recibirá cuando la planificación dé sus frutos.
Una de las frases de "Dune" dice: "Es por eso que la función más importante de la ecología es la comprensión de un sistema".

                                                                   Frank Herbert
Hasta aquí, la literatura. ¿Por dónde va nuestra realidad actual? ¿Qué estamos haciendo con el recurso más precioso e importante para la vida? Desde los inicios de la Historia, el agua ha sido fuente (valga la redundancia) de esparcimiento: jugamos con agua y en el agua, nadamos y nos bañamos no sólo por necesidad sino también por placer. Inventamos fuentes y juegos de agua para placer visual. En la segunda mitad del siglo XX,  aparecieron los parques acuáticos en los que el agua es la protagonista. Los hoteles y avenidas de Las Vegas, por ejemplo, ofrecen a los visitantes hoteles con aire acondicionado para soportar las altas temperaturas,  piletas de natación cubiertas y al aire libre, impresionantes espectáculos de fuentes, batallas navales, paseos en góndola...todo en medio del desierto.
Los estadounidenses usan en sus casas, alrededor de 380 litros por día de agua. En los países más pobres del mundo, millones de personas subsisten con menos de 19 litros de agua por día. El 46% de la poblacion mundial no tiene agua corriente. Las mujeres de países en desarollo caminan un promedio de 6 km por día para conseguir agua. En 15 años, 1800 millones de personas vivirán en regiones con gran escasez de agua. Hay países de África en los que se vende agua potable en bolsitas de 1 litro, porque el agua contaminada provocó una de las más espantosas epidemias de cólera en el continente, con 80.000 angoleños enfermos.
¿Sigo con las estadísticas? Una de cada 8 personas en el planeta no tiene acceso a agua limpia.
Cada año mueren 3,5 millones de personas por problemas de salud relacionados con el agua.
Lavarse las manos con jabón puede reducir la diarrea infantil hasta un 45%.
En Kenia, el gobierno manda un camión cisterna semanal para que las tribus rendille del Norte tengan algo de agua durante la sequía.
Cuando el agua abunda, en lugar de perder tiempo acarreándola desde otros lugares, se aprovecha para cultivar más alimentos, criar más animales y trabajar en actividades que generen ingresos.
(Datos: WaterAid , http://www.wateraid.org/)
Y sin embargo, continuamos contaminando alegremente el recurso de vida. Los peces pescados cerca de plantas de tratamiento de aguas residuales en varias ciudades de los EEUU contenían restos de medicamentos y de productos de tocador: antihipertensivos, antihistamínicos, derivados de antidepresivos. Todavía no son tóxicos para la salud humana, pero nadie asegura que no lo sean en un futuro. Por supuesto, en el Riachuelo no quedan peces siquiera. La contaminación es tan grande que el agua tiene el color y el olor del petróleo crudo: apestoso.
Y ya que estamos, el aumento de la temperatura promedio en la Tierra provoca un aumento de las masas de aire húmedo y caliente,  que contiene más agua que el aire húmedo y frío y es el origen de la enorme cantidad de tormentas y huracanes que azotan al planeta desde hace 20 años. Y no sólo lluvia: los glaciares, aún los de los Andes y los Himalayas, están retrocediendo. O para decirlo más claramente: se están derritiendo. Por un lado, las tormentas destruyen poblaciones, cultivos, matan al ganado y a los pobladores, acaban con la fauna salvaje. Por otro, glaciares más pequeños significa menos agua dulce, que se evapora para ir a parar a las nubes de tormenta sobre las zonas ecuatoriales. Y mientras tanto, seguimos gastando nuestros acuíferos mucho más rápidamente de lo que se recuperan naturalmente. Dos tercios del agua de los acuíferos se usan para cultivar alimentos. Pero si desmontamos las selvas (el Chaco salteño, el paraguayo, el Amazonas) para cultivar alimentos, esas tierras se agotarán muy rápido y ya no podrán retener el agua de lluvia que llena los acuíferos, con lo que conseguiremos un lindo desierto de piedra.
La demanda de agua del planeta seguirá creciendo junto con el crecimiento de la población, a menos que cambiemos nuestra forma de usarla. Si no comprendemos cómo funciona nuestro planeta y el modo en que estamos agotando alegremente nuestros recursos más preciosos ( y obvio, no hablo de petróleo, oro o diamantes), entonces, estamos condenados.
Otra vez, citando a Herbert, la función más importante de la ecología es la comprensión de un sistema.

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